Erase una vez, en un alejado reino, de una alejada región, en la que vivía un rey noble que era feliz, y sus nobles, y sus soldados y sus súbditos también lo eran. En el reino no había una sola persona que no fuera feliz. Y este reino duro siéndolo el tiempo en el que el rey vivió, y sucedió que al fallecer él, solo y sin esposa ni herederos, el trono quedó vacío.
Más de diez días pasó el reino sin un rey, sin un dirigente, sin una guía y un amigo como el noble rey que les había gobernado, y sucedió que la gente sentía tal pena por la muerte solitaria y silenciosa de un hombre tan bueno, noble y brillante como él, que no se atrevían a cometer el peor deshonor hacia su nombre manchando el periodo en el que este fallecido monarca era sucedido.
Todos los días, el noble más noble de todos, y también el más adinerado, llevaba una de sus piedras preciosas y la incrustaba en un pilar de piedra que había sido erguido en el jardín más grande del palacio en nombre de su majestad. También en esos días, el soldado más bravo de todos que vivía en el campo mas estéril y con la familia más extensa del reino entraba en el jardín y se postraba ante el pilar que cada día era más hermoso, pedía por sus amigos y familia, por la sabiduría de sus hijos, por el amor de su esposa, por la paz y la felicidad de los reyes que le habían gobernado a él y a sus ancestros y por la seguridad de su persona en pro del bienestar de la familia.
Sucedió pues que un día como cualquiera, la ciudadana más pobre, débil, solitaria, amable, y anciana del reino entro en el palacio y se encontró con el noble de las gemas y le pidió limosna, a lo que el noble respondió con desdén y mezquindad. En eso, el Soldado, que entraba en la sala donde se encontraban ambos, contemplo la figura majestuosa del Noble y decrepita de la pueblerina anciana. Pidiendo clemencia al noble por la mujer, este hombre obtuvo un castigo, pero indulgencia al pedirla en nombre de su rey muerto y enterrado, rogando por el porvenir del reino y clamando que esa sería la decisión de su rey.
¿Por qué era el Rey digno de tanto respeto? Se preguntara alguno y, pues, hallara respuesta en su reinado. Porque el rey no solo tenía nada más que un palacio ni muy grande ni muy lujoso, sino que además no vivía en el. El rey invertía su tiempo en recorrer las cuatro esquinas del reino: él encontraba felicidad en los rostros radiantes de los padres de familia, los obreros y los plebeyos que dignamente llevaban el pan a la mesa todos los días. Él nunca tuvo padre, y su madre murió poco después de heredarle el trono a los dieciocho años, No tenía ni amigos verdaderos ni una mujer, porque él dedicaba su tiempo al estudio, el conocimiento, las artes y la cultura, pocos en el reino eran suficientemente iletrados. El rey invertía su tiempo en su reino.
No solamente ello lo hacía digno de ser respetado por todos en el reino, también están las batallas libradas en los años posteriores a su fallecimiento (la batalla del rio de la plata, la guerra contra los norteños, la guerra de los acres de pinos). Porque el rey era un guerrero noble y poderoso, que no daba la espalda a la batalla, que era el primero en ir a luchar y el ultimo en regresar del campo de batalla, el último en ser atendido por los médicos y quien más útil resultaba en la planificación de las batallas.
El Rey no era un nombre que disfrutase los espectáculos que disfrutaban a sus nobles, o incluso a sus plebeyos, pero el asistía a ellos y les atendía y celebraba con ellos, a pesar de que luego pasaría horas en su recamara (unos dicen que llorando, quien sabe porque). Tampoco era un hombre muy religioso: una vez un hombre le oyó decir “Mientras más veo, conozco, aprendo y sé, se me es más difícil creer en las religiones del mundo”, e incluso una que otra historia circulaba por el reino acerca del alma del rey, había quien decía que él había vendido su alma por la felicidad del reino (quizás aquella prosperidad le parecía bastante inverosímil a muchos, pues, era lo suficientemente verosímil, digo yo).
Otras cosas hacían al rey un hombre digno, pero quizás hablando acerca de sus desperfectos conviertan a esta especie de monarca mitificado en un ser más humano...
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